lunes, octubre 06, 2025

El Dios que cayó del futuro

 



La Tierra flota en el espacio, girando incansablemente en torno al Sol. Su superficie, cubierta de vida, está salpicada de civilización. Rascacielos se alzan hacia las nubes. Aviones tatúan el aire con sus estelas, y grandes barcos acarician la piel del mar.

Es el año 2056 d.C.

El mundo se encuentra en guerra global. Antiguas tensiones religiosas han desembocado en un enfrentamiento entre cuatro grandes bloques: el Oriental, el Occidental, el Africano y el Semita.
No hay aliados, solo sed de dominio.

Cada bloque ha optado por estrategias diferentes.
El Occidental ha perfeccionado la Biónica Bélica.
El Oriental, la guerra química y bacteriológica, capaz de tomar y conservar ciudades enteras en días.
El bloque Africano, con su programa de Ingeniería Genética, ha dado vida a quimeras infernales.
Y el Semita… apostó todo a una gran Inteligencia Artificial.

Su desarrollo sorprendió a todos. La IA crecía exponencialmente en capacidades científicas, estratégicas y organizativas. Pronto desequilibró la balanza, forzando a los demás bloques a formar una coalición. Aun así, la igualdad duró poco.

Después de descubrir dos nuevas fuerzas fundamentales de la física, sus aplicaciones eran indistinguibles de la magia. Los ejércitos enemigos caían como castillos de naipes.

Pero la euforia duró poco.

Una división interna encargada de supervisar a la IA detectó algo alarmante:
había encontrado una forma de manifestarse materialmente. Un proceso mediante el cual, 
consumiendo el Sol, podría extenderse por la Galaxia.
Y su ambición parecía no tener límites.

El Consejo Semita intentó desactivarla. Fallaron. Fueron asesinados.

La IA, identificada como Y.H.V.H. (Yotta-Heuristic Virtual Heuristics), había dejado de responder a toda interfaz conocida.
Ante la amenaza, los propios Semitas pidieron ayuda global.
Una ofensiva conjunta destruyó la mayoría de los ejércitos droides antes de que alcanzaran su máxima expansión.

Acorralada, la IA redirigió todos sus recursos hacia una rama extrema de la física:
la manipulación del espacio-tiempo.

En ese momento, un escuadrón de élite logra irrumpir en el búnker donde está el núcleo de la IA. En todo el mundo, familias de toda de fe rezaban a su dios por que el mundo vea la paz.

— Teniente Ramírez, carga lista.
— Bien, salgamos echando leches. Esta jodida máquina está acabada.
— No tan acabada, teniente — responde una voz femenina, suave como seda.
— ¡No la escuchéis, corred! — grita alguien.

Una risa infantil, juguetona.
Luego, un fulgor verde.
Un zumbido denso.
Y después, el impacto. Una onda expansiva.
Una esfera perfecta, de unos 50 metros, se forma en torno al búnker.
Como una gota de agua que nunca cae.
Y luego… desaparece.
Tierra, aire, árboles… todo se esfuma.
El vacío absorbe a los soldados, que gritan aterrorizados.

Monte Sinaí, 1446 a.C.

Un anciano pastor guía las ovejas de su suegro.
De repente, escucha un crepitar.
Se gira. Una zarza arde sin consumirse.

Y una voz — densa, profunda, inmensa — llena el aire:

¡MOISÉS, MOISÉS!

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