El huevo sagrado
Había sido difícil, pero el equipo del joven investigador Francesco d’Agostini consiguió un permiso para excavar en el valle de los Reyes. Francesco, llamado Cesco por todos, desde el promotor de la excavación hasta el chico que les llevaba las herramientas, no sólo tenía un encantador don de gentes, crucial para conseguir todos los permisos, sino que era todo un erudito a su joven edad. Cesco había engañado a todos. Si bien era cierto que estaban buscando una pequeña construcción sepultada entre las pirámides de Kefrén y Mikherinos, nadie sabía qué era en verdad. El joven arqueólogo se había intrigado desde joven por la configuración de las tres grandes pirámides imitando al Cinturón de Orión. Por eso, cuando llegó aquella tablilla a sus manos, la reconoció al instante; y no fue lo único que percibió. En el grabado estaba señalado un cuarto astro, de mucho menor tamaño, fácilmente confundible con una erosión por el paso del tiempo. Pero Cesco sabía lo que era, aunque no lo buscaba. Automáticamente recordó la historia de un ave celestial que trajo de los cielos algo sagrado. Según el texto apareció justo en ese punto donde estaba la muesca en el grabado y ahí es donde escavaron.
Tras semanas de trabajo, una sencilla construcción cúbica emergió de las arenas. Las paredes tenían una planicidad desconcertante, pero ningún grabado o decoración resaltaba en ellas. Las sondas decían que era una cámara vacía con un pequeño objeto ovoide en el centro. El equipo trató de abrir acceso por todos lados, pero el mineral tenía desconcertados al geólogo; ¡hasta las brocas de diamante habían fracasado! Además, el suelo era macizo y del mismo material, pues el ingenioso intento de llegar por debajo también encontró los mismos obstáculos.
La expedición conjeturaba con que era la urna funeraria del hijo de algún faraón. Sin embargo, Cesco estaba cada vez más excitado. Incluso con sus habilidades le costaba mantener la calma. “Es un huevo lo que hay dentro”, pensaba. “Un huevo sagrado es lo que dejaría un ave celestial.” En sus razonamientos, cavilaba con que un huevo alberga vida. ¿Pero qué vida reposa por tanto tiempo antes de nacer? Miedo, fantasía y curiosidad inundaban sus sensaciones, perdiendo cada día un poco más de compostura.
Una noche, Cesco se despertó brusco en sueños gritando horrorizado entre llantos, pero él mismo no recordaría nada la mañana siguiente. Los días fueron transcurriendo, con sucesos cada vez más extraños. La jovialidad del joven Cesco había mutado ya a un carácter enervantemente taciturno y la gente tendía a rehuirle. Quizás por eso nadie se dio cuenta, hasta bien entrada la tarde, que había desaparecido. Por fortuna, había dejado un rastro fácil de seguir y el equipo de rescate lo encontró a 10 kms, aunque no cómo esperaban.
La escena era dantesca. Cesco yacía desangrándose sobre un altar que emergía tímidamente del suelo rodeado por unos montículos de arena. Como si hubiera sido rápidamente desenterrada manualmente. Cesco tenía toscos cortes en su vientre y sus extremidades, estando parcialmente eviscera. Su mano aún sostenía el fragmento de roca con el que se había provocado las heridas. Murió poco después de decir una única frase: “Ha nacido… por mi sangre”.
Cuando el equipo de rescate volvía con el cadáver al campamento, apreciaron a la distancia un fulgor verde seguido de un gran estruendo. Le siguieron lacerantes gritos de horror y un silencio envolvente. Al llegar encontraron el asentamiento completamente destrozado y ningún resto humano, salvo ropas y pertenencias.
Hasta aquí concluye el informe elaborado a partir del diario recuperado en los restos de la expedición y del testimonio de los supervivientes. Nuestra inteligencia, valorando éste y los análisis de las aniquilaciones de las ciudades de Península Arábiga, Europa Oriental y distintas ciudades de la costa del Pacífico, junto con la completa desaparición de la fauna en citadas áreas, cree con certeza, pero no con evidencia, que nos hallamos ante un ataque de una entidad o enjambre de pequeño tamaño y acelerado metabolismo, que consume completamente la materia orgánica de origen animal. Ignoramos su motivación. No conocemos su historia, ni su debilidad. Sabemos que se ha dividido en varios grupos pues ha actuado simultáneamente en diferentes puntos. Esperamos que otras agencias tengan mayor éxito estudiando a nuestro enemigo. No tenemos tecnología para localizar ni un armamento para atacarlos a gran escala. Sólo se nos ocurre un bombardeo masivo del planeta con pulsos EM, esperando que les afecte y podamos reconstruir la humanidad sin tecnología operativa. Pero si falla, seremos aún más vulnerables y estaremos incomunicados. Suerte, caballeros.
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