El Paso al Mundo Adulto
El atardecer pinta de carmesí las praderas. La primavera había llegado con anticipación este año y ya todas las hierbas están altas. Los arbustos que rompen la monocromía del paisaje florecen con tonalidades púrpuras por los rayos del sol. El viento del este canta su ululante nana, bajando de las montañas que recortan el horizonte, mientras perfuma el aire con aromas alpinos. Los pájaros que vuelven a sus nidos visten de armonía el ambiente con sus cantos. Los reflejos del sol en el río titilan en armoniosa iridiscencia. Es una tarde perfecta para que un padre y su retoño paseen por las lindes de sus terrenos.
El joven observa con tribulación a su protector caminando delante suyo. Admira su elegante andar y su pose regia de la que emana una apabullante fuerza. Siente una creciente inquietud en el pecho, no sabe exactamente qué es lo que la está causando. Sus dos hermanos mayores también habían tomado este paseo con su padre, y nunca regresaron. ¿Ocurrirá lo mismo conmigo? No tiene idea de lo que les ha ocurrido, a pesar de haber intentado obtener una respuesta clara de su progenitor. El muchacho se pregunta si él también está destinado a desaparecer después de este paseo y se esfuerza por encontrar los motivos. La preocupación inunda sus pensamientos, no puede dejar de pensar en qué pudo haberles pasado.
¿Ya soy un adulto? — piensa. –Sin duda ya tengo la estatura de papá, pero aún no tengo su corpulencia. Tampoco la tenían mis hermanos — sigue razonando-.
El sonido del río va en aumento conforme se acercan a las formaciones rocosas donde nunca iban y que marcaban el fin de sus dominios. Este sonido siempre le había ayudado a relajarse, pero hoy no conseguía sacar el miedo de su cabeza. Su corazón se acelera a cada paso, tanto que teme que su mentor lo oiga, mientras el río muta su canción de susurro a rugido según se aproximan. Siempre ha sentido seguridad a su lado, mas ahora su ansiedad no paraba de crecer ante la incertidumbre.
Mientras caminaba junto a su hijo, el padre no podía evitar sentirse atormentado por la decisión que estaba a punto de tomar. Sabía que era lo mejor para proteger a su familia y a su reino, pero no podía evitar sentir un nudo en el estómago al pensar en el dolor que causaría a su hijo.
- ¿Cómo explicarle que no tiene futuro aquí? Jamás lo aceptaría. Y lo debilitaría. Eso fue lo que hizo padre conmigo. Tarde mucho en poder enfrentarme al mundo y obtener mis pertenencias. Lo haré como sus hermanos. Lo del mediano no fue culpa mía. Reclamó el derecho a luchar. Ojalá no lo hubiese hecho. — recapitulaba en su mente.
El padre interrumpe el silencio con una voz fuerte y autoritaria — ¿No tienes nada que decir? — espetó.
El joven se tensa, mirando con confusión y miedo- ¿Qué? … Tú tampoco. — balbuceo acongojado.
-Yo nunca hablo. Tú siempre estás diciendo cosas y haciendo bromas. ¿Hoy no vas a hablar?
- No sé qué quieres que te diga. ¿Qué pasó con mis hermanos? ¿Qué va a pasar conmigo? ¿Dónde vamos? — susurró con voz entrecortada por el pavor. Sus pensamientos se derrumban mientras intenta comprender lo que sucede. Avanza un poco hacia su padre, buscando reducir la separación entre ellos.
El adulto lo nota. — Mientras camina controla hábilmente su serenidad, pero por dentro estaba roto. Hacía ya varias noches que velaba contemplando la luna, pues no podía conciliar el sueño. Sabe la inevitabilidad de tradición y de su papel en el equilibrio. Pero eso no quitaba la pena de su corazón al pensar en que cada vez estaba más cerca el momento en que no vería más a su pequeño. Ya están casi en la frontera y siente que ha llegado el momento. La pradera ha dado paso a un terreno cada vez más árido y rocoso, con frecuentes desniveles que obligan a desviar el rumbo y un polvo abundante que dibuja los caprichosos caminos que coge el viento. El ocaso ya ha concluido y la penumbra inunda el paisaje. Se para en seco y se vuelve hacia el chico.
-Yo no voy. Tú te vas de mis tierras. Hazlo ya, corre.
De repente se siente desconocido frente a esa figura imponente. Le recordó a aquella vez que se colaron unos intrusos. Padre los atacó con furia y poder, abatiendo a dos de ellos. A los otros los persiguió hacia los límites de nuestros dominios. Más o menos hasta aquí.
- Madre, mis hermanas, tú, ¿no volveré a veros? ¿Qué te pasa? ¿Quieres que me vaya? ¿Cuándo volveré? ¿Qué pasó con mis hermanos? — acertó a responder entre sollozos. -
Golpea el suelo levantando una nube de polvo, se yergue en toda su envergadura y ruge a su hijo. El canto de los pájaros cesa y ya sólo se oye el rugir del ruido y el viento que tornó su dulce melodía en aullidos.
- ¡Fuera de mi reino, para siempre! ¡¿O quieres acabar como tu hermano? El mayor fue listo y lo entendió. — Dice rodeando al joven con una pose feroz y una mirada afilada mientras se interpone entre él y el camino de regreso. –
- ¡¿Qué le hiciste a mi hermano?!-
Ninguna fue la respuesta, mas el mensaje no dejaba duda; el lacónico silencio y, sobretodo, la pérdida gradual en el enfoque de la mirada hasta apuntar al infinito, dejaron claro lo que sucedió.
Está aterrado y permanece inmóvil, mostrando vulnerable su espalda como había aprendido que nunca debe permitir. De una manera automatizada, recupera la posición manteniéndose frente a su padre. No entiende cómo ese ser tan cariñoso y cuidadoso había hecho eso a su hermano. Y le amenaza con lo mismo. Cree que esto no puede estar pasando, pero en su fuero interno todas las señales le advierten del peligro. El instinto le empuja a huir, pero sus emociones le atan al hogar y los suyos.
Sus extremidades tiemblan de desasosiego mientras se aproxima con inseguridad a su progenitor. Una tímida sonrisa rompe momentáneamente el estupor de su rostro y mira con esperanza a ese rostro que tantas veces ha besado. Pero no es el deseado abrazo lo que recibe, sino un fuerte golpe en el rostro cuando ya estaba cerca de él. Cae al suelo. Con la cabeza gacha, un surco de sangre cruza su rostro desde una ceja. Los miembros fallan y vuelve a encontrarse con el polvo del camino.
- ¿Por qué? — llora el muchacho, mientras se incorpora. ¿Por qué, padre?
El padre relaja un poco su fiera pose y su rostro parece enternecerse. — Así ha de ser. — dijo el padre en lo que parecía el más solemne de los lamentos. — Así fue con mi padre y antes de eso con el suyo. Es el orden natural. Debes aceptarlo, hijo. –
- No puedo renunciar a vosotros. Me quedaré.
- ¡No te atrevas! ¿Quieres mis posesiones? Lucha por ellas. Mátame y ocupa mi lugar o muere. — dice mientras la agresividad vuelve a su rostro y esboza una mueca que muestra sus colmillos.
Roto por dentro, dedica una última mirada con acuosos ojos a todo lo que hasta ahora había conocido y amado. Sin mediar palabra, se aleja. Cabizbajo primero, mas no tarda en erguir su postura cuando asume lo ocurrido y encara su destino.
El felino trota adentrándose en la ignota región, buscando sus propios dominios para formar una manada. Los macabros aullidos de las hienas resuenan sobre el fragor del río, que acelera su curso a través del pedregoso erial. Esto no turba la mente del cachorro que mantiene su rumbo en una tranquila carrera.
-Tendré un territorio y también seres queridos. Cazaré a las presas débiles para fortalecer al grupo. Cumpliré nuestro papel en el equilibrio de la vida. Pero nunca seré como él. — Se dice a sí mismo mientras reinicia un ciclo que se ha repetido ya por incontables generaciones. -
¿O quizás sea él el que finalmente rompa el ciclo?
No hay comentarios:
Publicar un comentario